El domingo 14 de octubre falleció en la capital española el pintor, escultor y escritor Eduardo Arroyo.
Quizá uno de los últimos grandes monstruos de la pintura figurativa del siglo XX (la corriente conocida como “nueva figuración”), con su particular estilo reconocible (esas pinceladas de furibundo pop art), y en todo caso alguien que representaba como nadie la idea del “artista total”, pues a su faceta más conocida de pintor (de formación autodidacta, naturalmente) unió en su dilatada vida creadora la de exitoso escenógrafo europeo; la de dibujante, la de grabador, la de litógrafo y la de ilustrador de libros; la de periodista (licenciado por esa disciplina en 1957) y la de polemista nato; la de crítico de arte y escritor de ficciones, la del fascinado por el boxeo y por la tauromaquia, y tantas otras caras de su incansable voracidad vital.
Vivió largos años en el exilio parisiense, y a su vuelta a España, ya en democracia, pudo conocérsele en su país natal, donde su creación había pasado relativamente desconocida (se le conoció y también reconoció: con el “Premio Nacional de Artes Plásticas” de 1982 y con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes del año 2000). Mantuvo hasta el final de su vida una actividad podría decirse que feroz; la muerte le sorprendió con el manuscrito prácticamente acabado de la tercera parte de sus memorias, con una exposición todavía abierta en Segovia y con otras dos en preparación.
Biografía
(Madrid, 26-II-1937 — 14-X-2018). Eduardo Arroyo Rodríguez. Pintor.
Guglielmo Hotel, pintura de Eduardo Arroyo.
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