El Día de Reyes es una festividad cristiana y católica que se celebra el 6 de enero

La tradición cristiana se refiere a los «Reyes Magos de Oriente», o simplemente «Reyes Magos», como aquellos sabios del antiguo Oriente, conocidos como «magos» —título dado a los sacerdotes doctos de la época—, que de acuerdo con el Evangelio de Mateo, viajaron desde regiones lejanas tras el nacimiento de Jesús de Nazaret para honrarlo. Les presentaron obsequios cargados de profundo simbolismo: oro, incienso y mirra.

El relato sobre los enigmáticos «Magos de Oriente» se encuentra detallado con mayor profundidad en los Evangelios Apócrifos. Aquí, la palabra «mago» se entiende en su acepción de astrólogo, es decir, aquellos eruditos capaces de interpretar los astros para prever sucesos futuros.

La víspera del 5 de enero es un momento mágico, en el que los niños, con sus corazones latiendo de emoción, se entregan al sueño con la esperanza de que los Reyes Magos les traigan los presentes tan anhelados. Con inocencia, aguardan que sus cartas, enviadas con antelación y encabezadas con un «Queridos Reyes Magos, Melchor, Gaspar y Baltasar», hallen su camino hasta estos misteriosos visitantes.

Es tal la expectativa y anticipación que en la quietud nocturna, los niños, sumidos en sus pensamientos, creen percibir el eco de los pasos de los Magos y el susurro de sus ropajes de seda deslizándose por los corredores.

Los eruditos cuya sabiduría era la astrología. ¿De dónde provienen los Reyes Magos? La referencia más antigua a estos personajes se encuentra en el Evangelio de San Mateo, donde se describe a «unos magos» que, sin nombrarlos ni describirlos como monarcas o especificar su número, siguen una estrella desde el Oriente para rendir homenaje al recién nacido rey de los judíos.

Al tener conocimiento de su llegada, Herodes el Grande, entonces rey de Judea, los convoca para interrogarlos. Les pide que le informen del paradero del infante, con el pretexto de rendirle tributo también.

Guiados de nuevo por la estrella, los magos alcanzan un establo en Belén, donde encuentran al niño con María y José. Al presentar sus obsequios —oro, símbolo de la realeza; incienso, tributo a lo divino; y mirra, presagio de sufrimientos venideros—, un ángel les advierte en sueños no regresar al palacio de Herodes, quien en realidad pretende eliminar al infante.

Los Evangelios Canónicos proporcionan escasos detalles sobre estos Magos; por otro lado, los Evangelios Apócrifos se extienden en descripciones y en ellos se concibe al «mago» como un astrólogo, un sabio lector de los cielos capaz de predecir eventos de gran importancia.

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