Jean-Baptiste Poquelin dramaturgo, actor y poeta, nace en París un 15 de enero de 1622, autor de obras como El misántropo, El avaro, Las preciosas ridículas, El médico a palos y El enfermo imaginario, fue en esta última, que gira en torno a un hipocondríaco y en la que irónicamente actuaba el mismo Molière, que en plena representación se sintió indispuesto y falleció después de unas horas, el 17 de febrero de 1673 en París.
Esta considera como un genio de la literatura francesa y universal. Famoso en su época por el revuelo que despertaron sus sátiras acerca de la corrupción de la sociedad francesa, su obra fue muchas veces prohibida en los teatros; de ahí que Molière fuera apodado el “demonio en sangre humana” por la Iglesia católica.
Molière adoptó las formas tradicionales de la comedia y las revitalizó mediante la creación de un nuevo estilo basado en una doble visión de lo normal y lo anormal contemplados en relación uno con otro: la verdad opuesta a la falsedad, la inteligencia frente a la pedantería. Ello, unido a su aguda percepción de las incongruencias y absurdos que con frecuencia subyacen en la existencia cotidiana, dio a sus obras su carácter inimitable.
Molière padre de la Comedia Francesa from JA Enciclo on MZE Zoomin
Molière se propuso, a lo largo de su prolífica y memorable colección de obras, retratar uno a uno ciertos atributos de la conducta de su época: El misántropo, El enfermo imaginario, El Tartufo, El médico a palos…, como si cada una de sus obras fuera una disección de propósitos de los tipos principales que las nutren siguiendo un listado que el autor tenía a la vista tanto como observador privilegiado como en su pluma y, lo que viene a ser peor, en un catálogo de intenciones entre la sátira y la farsa en el que no dejaría títere con cabeza. No es Shakespeare, que resume casi todo en cualquiera de sus obras, pero es único a la hora de ofrecer un panorama de retratos más o menos individuales.
Muchas de sus comedias y farsas encierran un drama vivencial. La vida es más triste que alegre y así lo comprendió el autor en La escuela de las mujeres, El misántropo, El avaro, El burgués gentilhombre y otras donde la felicidad de unos trae consigo la desgracia de otros. Si la condición humana constituye el meollo de su teatro, no olvidemos la importancia que el comportamiento moral tiene en la vida. El propio autor defendió en el prólogo del Tartufo la utilidad moral de la comedia. Sin embargo, ni Jacques-Bénigne Bossuet, ni François Fénelon, ni siquiera Jean-Jacques Rousseau exculpan su crudeza. Los personajes malos, afirman, están vistos con fuerza y atractivo; ha presentado el vicio con placenteras sonrisas y la virtud con fastidiosa austeridad.
Tal vez sea así, pero no debemos olvidar que Molière hizo, tarde o temprano, sufrir las consecuencias de su empecinamiento a los malvados y a los viciosos. En el castigo estaba la enseñanza a deducir. Esta era la única moral compatible con el teatro y para conseguirla no tuvo más remedio que presentar, a los ojos de una sociedad depravada, su depravación con toda la fuerza y verosimilitud posibles para que, al verse fielmente retratada, procurara su enmienda. Tartufo, Arnolfo, Sganarelle, que parecían triunfar, serán abandonados por las gentes sencillas; Armanda, Argan, Harpagon serán castigados por su propia familia. También la risa puede servirnos de purificación y Molière la consiguió como nadie, sobre todo cuando quiso hacer ver a los ciudadanos sencillos y honrados el peligro que corrían si se dejaban llevar por las locuras de su época.
Y todo lo expresó con naturalidad. No desdeñó el empleo del habla coloquial, de las jergas, del lenguaje de germanía o del francés más clásico si era necesario. Se expresó con la misma soltura en prosa que en verso y su estilo fue tan variado como personajes hizo revivir en su teatro. Nadie como él mismo lo ha explicado a través de Arnolfo: «L’auteur n’a pas mis cela pour être de soi un bon mot, mais comme une chose qui caractérise l’homme». Por eso no podemos sostener los juicios de críticos y estilistas de su época que lo enjuiciaron bajo un prisma erróneo. Bástennos las palabras de François Fénelon expuestas en la Lettre à l’Académie (Carta a la Academia):
«Pensándolo bien, habla a menudo mal; se sirve de las frases más forzadas y las menos naturales. Terencio dice en cuatro palabras, con la más elegante simplicidad, lo que éste no dice sino con una multitud de metáforas que se acercan al galimatías. Me gusta mucho más su prosa que sus versos […] pero en general me parece, incluso en su prosa, que no habla lo suficientemente sencillo como para expresar todas las pasiones.» François Fénelon, Lettre à l’Académie.
Molière
Introducción
Genio de la literatura francesa y universal, Molière adoptó las formas tradicionales de la comedia y las revitalizó mediante la creación de un nuevo estilo basado en una doble visión de lo normal y lo anormal contemplados en relación uno con otro: la verdad opuesta a la falsedad, la inteligencia frente a la pedantería.
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