El concepto de aranceles ha sido una constante en la historia del comercio internacional, pero su significado y su uso han evolucionado a lo largo del tiempo, especialmente en relación con la política exterior de Estados Unidos. Si bien el libre comercio mundial fue una meta a alcanzar durante gran parte del siglo XX, la situación actual muestra un giro hacia políticas más proteccionistas, particularmente bajo la administración de Donald Trump y, sorprendentemente, también bajo Joe Biden. Este artículo examina los aranceles a lo largo de la historia, su impacto en la economía global y la situación actual de los Estados Unidos.
Un arancel es un impuesto aplicado a bienes importados. Históricamente, ha sido utilizado por diversos países para proteger sus economías, regular el comercio y obtener ingresos. El texto describe los diferentes tipos de aranceles (ad valorem, específicos, mixtos, etc.), sus efectos en los precios internos, las importaciones y la producción nacional, y su uso como herramienta de represalia en el comercio internacional. Se mencionan ejemplos históricos de políticas arancelarias en Grecia, España, Reino Unido y Estados Unidos, destacando cómo el proteccionismo y el libre comercio han influido en el desarrollo económico de estas naciones.
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La Era del Libre Comercio y su Ruptura
Durante varias décadas, Estados Unidos fue un firme defensor del libre comercio mundial. Desde la Segunda Guerra Mundial hasta bien entrada la década de 2010, las políticas comerciales internacionales buscaban liberalizar los mercados, eliminando barreras como los aranceles. Esto se concretó en acuerdos como el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y más tarde en la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que promovieron el intercambio de bienes y servicios sin restricciones excesivas.
Sin embargo, esta tendencia comenzó a cambiar drásticamente a partir de las elecciones de 2016. Tanto Donald Trump como Hillary Clinton, en sus respectivas campañas presidenciales, expresaron su crítica al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), un tratado comercial entre Estados Unidos y varios países de la cuenca del Pacífico. A pesar de que Clinton apoyaba originalmente el acuerdo, su postura cambió en la campaña electoral, alineándose con la visión de Trump, quien prometió políticas proteccionistas para salvaguardar los intereses de la clase trabajadora estadounidense.
La Guerra Comercial de Trump y la Continuidad Bajo Biden
Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca en 2017, los aranceles se convirtieron en una herramienta central de su política comercial. El expresidente implementó aranceles a los productos provenientes de China y otros países, con el objetivo de reducir el déficit comercial de Estados Unidos y proteger la industria nacional. Estos aranceles afectaron a sectores clave, como la tecnología y la manufactura, y fueron percibidos como un intento de reactivar la producción interna.
A pesar de las expectativas de que la administración de Biden podría revertir estas políticas, el presidente demócrata mantuvo en gran medida muchos de los aranceles impuestos por Trump. De hecho, en su primer mandato, Biden continuó aplicando políticas proteccionistas, adoptando una postura similar en cuanto a la promoción de la reindustrialización, particularmente en sectores verdes como la energía renovable. Este enfoque también se reflejó en la Ley de Reducción de la Inflación, que no solo protegió ciertos sectores mediante aranceles, sino que también introdujo subvenciones para promover la producción nacional.
El Papel Global del Dólar y la Erosión del Libre Comercio
Una de las razones detrás de la adopción de políticas proteccionistas en Estados Unidos radica en el sistema global de comercio y las dinámicas del dólar. Como observó el economista John Maynard Keynes en 1944, todos los países preferirían ser exportadores netos que importadores netos. Sin embargo, el flujo de dólares generado por las exportaciones de países como Alemania, China y Japón no es fácilmente absorbido por sus economías internas. En lugar de aumentar los salarios o los precios, estos países optan por comprar deuda pública de Estados Unidos, lo que les permite seguir manteniendo un superávit comercial sin causar un impacto negativo en su competitividad.
Durante más de cuatro décadas, Estados Unidos ha disfrutado de la capacidad de importar productos sin restricciones significativas, financiando sus compras mediante la emisión de bonos del Tesoro que, en su mayoría, no se canjean. Este sistema ha permitido a Estados Unidos mantener un déficit comercial estructural, mientras que las economías exportadoras han acumulado grandes reservas de dólares. Sin embargo, como argumentan los economistas Matthew Klein y Michael Pettis, esta estrategia tiene un costo a largo plazo, ya que la falta de producción nacional puede debilitar la economía estadounidense.
El Reequilibrio Global y la Necesidad de Producción Nacional
A medida que Estados Unidos comienza a reconocer los efectos negativos del sistema actual, tanto los republicanos como los demócratas han adoptado una postura similar: promover la reindustrialización y equilibrar la economía. Este «reequilibrio» tiene como objetivo reducir la dependencia de las exportaciones extranjeras y fomentar el consumo interno, lo que implicaría una disminución en la demanda de dólares en los mercados globales.
Mientras tanto, en Europa y Asia, los exportadores netos también han comenzado a sentir los efectos de esta transformación. Alemania, por ejemplo, ya había experimentado una desaceleración en su motor exportador antes de la pandemia y ha comenzado a enfocarse más en el consumo interno mediante un aumento en las inversiones. En Asia, China ha diversificado sus exportaciones para reducir su dependencia del mercado estadounidense, especialmente en sectores verdes como los vehículos eléctricos y los paneles solares. Esta diversificación ha llevado a un mayor enfoque en el consumo interno.
El Futuro del Sistema Comercial Global
El fin del sistema actual, basado en la emisión ilimitada de deuda por parte de Estados Unidos y el exceso de reservas en dólares de otros países, parece cada vez más probable. Sin embargo, este cambio podría generar grandes trastornos económicos, ya que los países que han basado su crecimiento en las exportaciones necesitarían ajustarse a una nueva realidad, donde los aranceles y las barreras comerciales jugarán un papel más prominente.
En este contexto, la reindustrialización de Estados Unidos puede ser vista como una estrategia a largo plazo para fortalecer su economía, aunque no esté exenta de riesgos. Las políticas proteccionistas adoptadas por Trump y continuadas por Biden reflejan una transformación más amplia en la economía global, impulsada por fuerzas que podrían estar fuera del control de cualquier administración en particular.
En conclusión, los aranceles, que alguna vez fueron vistos como una medida temporal o incluso un remanente de tiempos pasados, han vuelto a ser una herramienta crucial en la política económica de Estados Unidos. Con el «privilegio exorbitante» del dólar en cuestión y una reconfiguración del comercio mundial en marcha, es evidente que el libre comercio, tal como lo conocíamos, ha dejado de ser una prioridad para los principales actores globales. El futuro del comercio internacional podría ser más proteccionista y menos dependiente de la emisión de dólares, lo que cambiaría las reglas del juego para las economías exportadoras y consumidores por igual.

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