La invasión argentina de las Malvinas (Falkland para los británicos), el 2 de abril de 1982, desembocó en una guerra entre Gran Bretaña y el país iberoamericano de 45 días de duración, en aguas del Atlántico Sur, por la posesión del archipiélago, colonia inglesa desde 1833 y reclamado desde entonces por el Gobierno argentino.
La guerra no declarada entre las dos naciones tuvo un coste humano de 923 soldados muertos, de ellos 258 británicos y 649 argentinos, y un total de 1.965 heridos, de los cuales 777 eran militares ingleses y 1.188 argentinos.
La mayoría de las bajas argentinas se produjeron en el hundimiento del crucero «General Belgrano» por un submarino inglés fuera de las 200 millas de exclusión alrededor de las islas, en el que perecieron 323 marinos.
El 2 de abril de 1982 diez mil soldados enviados por Buenos Aires invadieron las Malvinas, a 600 kilómetros de Argentina, con el objetivo de recuperar la soberanía sobre aquel territorio heredado de España y que únicamente retuvo de 1810 a 1833, año en el que Reino Unido se apoderó por la fuerza de esas dos islas, que en total suman 11.718 kilómetros cuadrados.
Pero en el fondo, el único propósito de la operación militar ordenada por el general Leopoldo Galtieri, presidente de la Junta Militar que gobernaba entonces Argentina, era estimular el espíritu nacionalista que hiciera así olvidar la represión y los fracasos internos de un régimen que ya estaba haciendo aguas.
Precisamente, la humillante derrota en el conflicto acabó políticamente con la dictadura de los generales, ya que cuatro días después de la rendición de las tropas argentinas, el 18 de junio, Galtieri fue destituído del cargo y Reynaldo Bignone, que le sustituyó en el cargo, fue entreabriendo la puerta a la democracia.