Ayer, día 28 de junio de 2011, por la tarde, Manfred Gaulhofer, presidente del Comité de Selección encargado de elegir la ciudad que en 2016 deberá ejercer la Capitalidad Europea de la Cultura, comunicó que la ciudad de Donostia-San Sebastián compartirá ese honor junto con la ciudad polaca de Wroclaw.
Donostia-San Sebastián era una de las ciudades que componían la terna de finalistas, junto a las de Burgos, Córdoba, Las Palmas de Gran Canaria, Segovia y Zaragoza, que finalmente quedaron fuera de la selección final. El Comité de Selección estuvo formado por 13 miembros, seis de ellos designados por el Ministerio de Cultura español, y los otros siete por las instituciones europeas.
La ciudad española se presentó con un proyecto que giraba en torno a dos ideas-fuerza: “Olas de energía ciudadana” y “Cultura para la coexistencia”; en efecto, su proyecto pretendía mostrar una profunda vocación pacifista y enviar un mensaje claro: las personas y los movimientos ciudadanos son el verdadero motor de las transformaciones y de los cambios del mundo. Donostia-San Sebastián es una ciudad que posee una larga tradición cultural, muy vinculada al arte y a la creación en todas sus disciplinas (música, cinematografía, arte contemporáneo, etc.).
Donostia-San Sebastián
Tradicionalmente se la emparentó con la ciudad de época romana de Oiarso (o Easo), que, en realidad, corresponde a la cercana Villa de Oiartzun. Las menciones más antiguas hacen referencia a un monasterio, San Sebastián el Viejo, que habría estado emplazado en las cercanías del actual palacio de Miramar, y que en 1014 fue donado, por Sancho III el Mayor de Navarra (1000-1035), al monasterio navarro de Leyre; en ese documento se hace referencia a un núcleo de población, que a finales del s. XI desplazaba ya en importancia al cenobio, como prueban las sucesivas disputas que se entablaron por el cobro de los diezmos eclesiásticos. Ese poblado, que constituiría el primer núcleo de la actual ciudad, estaba emplazado al pie del monte Urgull, por entonces todavía una isla unida al continente por un tómbolo que aparecía y desaparecía según las mareas. Sancho VI de Navarra (1150-1194) le concedió sus fueros de población, basados en los de Jaca (Huesca), en 1174, además de una amplia zona de influencia sobre el valle del Urumea, lo que prueba, junto a los numerosos privilegios que recibió de manera recurrente, su intensa actividad comercial ya en aquellos siglos; a ella cabe unir, por otra parte, la tradición pesquera, centrada en la pesca de la ballena y el bacalao en aguas del Atlántico norte. Fruto de ello fueron también las diferentes concesiones que los reyes de Castilla -a cuyo reino se incorporó en 1200-le otorgaron (Alfonso VIO, 1158-1214; Pedro I el Cruel, 1350-1369), en especial sobre la exención de impuestos y la facilitación del transporte hacia la ciudad y su puerto. Así, naves donostiarras participaron en la conquista de Sevilla (1247); en 1290 se creó la Hermandad de la Marina (1290) y, siglos más tarde, la Cofradía de Mareantes (1489), cuyas rutas, centradas en buena parte en el comercio de la lana castellana >>Seguir leyendo sobre la historia de Donostia-San Sebastían en Gran Enciclopedia de España
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