El lunes 6 de agosto de 1945 una tremenda explosión borró del mapa la ciudad japonesa de Hiroshima. Estados Unidos había lanzado la primera bomba atómica de la historia, acción que repetiría tres días después en Nagasaki, forzando la rendición incondicional de Japón y, con ello, el final de la Segunda Guerra Mundial.
La bomba fue lanzada a las 8:15 hora local, cuando el avión sobrevolaba el centro de Hiroshima, a casi 9.500 metros de altura, y explotó cuando se encontraba a unos 600 metros del suelo, liberando una potencia destructora equivalente a 16.000 toneladas de TNT. La temperatura en el centro de la explosión alcanzó entre 3.000 y 4.000 ºC y la destrucción fue prácticamente total en un kilómetro y medio. Unas 70.000 personas murieron al instante y otras tantas lo hicieron en las semanas siguientes a causa de las heridas y los efectos de la radiación.
El comandante Paul Tibbets -que lo bautizó como ‘Enola Gay’ en honor a su madre– había despegado de la base aérea de la isla de Tilián, en el Pacífico. La tripulación, con excepción del piloto, desconocía que a bordo transportaban una bomba atómica, con el nombre clave de ‘Little boy’, y fue Tibbets quien les informó de esa circunstancia cuando se estaban acercando al objetivo.