El 28 de julio marca una fecha singular en la historia de la música: ese día fallecieron dos genios eternos del arte sonoro, el compositor italiano Antonio Vivaldi y el compositor alemán Johann Sebastian Bach. Ambos murieron un 28 de julio, separados por nueve años y más de quinientos kilómetros de distancia, pero unidos por su legado inmortal.
Antonio Vivaldi, el sacerdote violinista
Antonio Vivaldi nació el 4 de marzo de 1678 en Venecia. Fue bautizado provisionalmente en su propia casa “per pericolo di morte” (por peligro de muerte), como consta en una breve nota que describe las dificultades de su nacimiento. Su bautismo oficial se realizó en la iglesia de San Giovanni in Bragora, que todavía se mantiene en pie en la ciudad de los canales. Durante toda su vida, Vivaldi padeció asma, una dolencia que él mismo llamaba “strettezza di petto” (estrechez de pecho).
Pese a esa limitación física, fue ordenado sacerdote y destacó como virtuoso del violín. Su talento y creatividad le llevaron a convertirse en el principal referente musical del Ospedale della Pietà, un orfanato para niñas huérfanas o abandonadas, donde escribió buena parte de sus obras.
Entre sus composiciones más famosas se encuentra Las cuatro estaciones, un conjunto de cuatro conciertos para violín y orquesta que retratan de manera vívida las sensaciones de cada estación del año. En El verano, por ejemplo, describe la furia de una tormenta estival.
Vivaldi murió en Viena, durante la noche del 27 al 28 de julio de 1741, a los 63 años, víctima de una inflamación interna. Falleció en un periodo convulso, en plena Guerra de Sucesión Austríaca, y en la pobreza.
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Johann Sebastian Bach, el genio alemán
Johann Sebastian Bach nació en Eisenach, Alemania, a finales de marzo de 1685, en el seno de una prolífica familia de músicos. Su padre, Johann Ambrosius Bach, era trompetista de la corte y director de los músicos locales; también varios de sus tíos fueron músicos profesionales. Bach nació en una casa que ya no existe, situada junto a la actual Bachhaus Eisenach, hoy convertida en museo y visitada por miles de personas cada año.
Huérfano desde los nueve años, Bach se formó como cantor, violinista y organista. Desde 1700, cuando se trasladó a Luneburgo, desarrolló una intensa carrera que lo llevó a ciudades como Arnstadt, Mühlhausen, Weimar, Köthen —donde compuso obras maestras como los Conciertos de Brandeburgo— y finalmente Leipzig, ciudad en la que residió durante 27 años. Allí trabajó como cantor en la Thomasschule, edificio que sería destruido en los bombardeos de 1944.
Bach falleció el 28 de julio de 1750, a los 65 años. Pasó sus últimos días afectado por una progresiva ceguera, agravada por operaciones de cataratas fallidas que derivaron en una infección mortal.
Así, el mismo día del calendario, pero en años distintos, el mundo perdió a dos de sus más grandes compositores. Sin embargo, su música sigue viva, recordándonos que el verdadero genio trasciende incluso a la muerte.
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