Tal día como hoy, 24 de septiembre de 1905, nació en Luarca (Asturias) Severo Ochoa de Albornoz, bioquímico y biólogo molecular español, más tarde nacionalizado estadounidense. Considerado uno de los grandes científicos del siglo XX, recibió en 1959 el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, compartido con Arthur Kornberg, por sus investigaciones sobre los mecanismos de síntesis biológica del ARN y el ADN.
Tras trasladarse con su familia a Málaga en 1912, Ochoa inició allí sus estudios. Su vocación científica estuvo inspirada por la lectura de las obras de Santiago Ramón y Cajal. Se licenció en Medicina en la Universidad Complutense de Madrid en 1929 y, aunque obtuvo el doctorado, nunca ejerció como médico. En Madrid, vivió en la Residencia de Estudiantes, donde convivió con figuras como Federico García Lorca o Salvador Dalí.
Se formó junto a destacados investigadores en Glasgow, Berlín, Londres y Heidelberg, trabajando con Otto Meyerhof, premio Nobel en 1922, quien marcó profundamente su trayectoria académica. A su regreso a Madrid, fue profesor ayudante de Fisiología y Bioquímica, además de dirigir el Departamento de Fisiología del Instituto de Investigaciones Médicas hasta el estallido de la Guerra Civil, que lo llevó a continuar sus trabajos primero en Europa y luego en Reino Unido.

En 1941 emigró a Estados Unidos, incorporándose a la Universidad de Washington y, poco después, a la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York. Allí alcanzó una brillante carrera académica como profesor y director del Departamento de Bioquímica. Durante esos años investigó el metabolismo de hidratos de carbono y ácidos grasos, describió nuevas enzimas y se centró en los procesos de síntesis y transformación de los ácidos nucleicos. En 1955 logró un avance decisivo: aisló la polinucleótido-fosforilasa, más tarde conocida como ARN polimerasa, que permitió sintetizar ARN en el laboratorio y abrió el camino al desciframiento del código genético.
Este hallazgo, complementado por los trabajos de Arthur Kornberg sobre la síntesis de ADN, les valió a ambos el Premio Nobel en 1959, un reconocimiento que situó a Ochoa como uno de los padres de la biología molecular.
A partir de la década de 1970 regresó progresivamente a España. En 1971 asumió la dirección del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid, y en los años siguientes alternó su labor entre España y Estados Unidos. Fue presidente del jurado del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias desde su creación en 1981 y dedicó sus últimos años a la divulgación, la docencia y la inspiración de nuevas generaciones de investigadores.
En 1993 publicó sus memorias, tituladas La emoción de descubrir, poco antes de fallecer en Madrid el 1 de noviembre de ese mismo año, a los 88 años.

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