James Cleveland «Jesse» Owens, nacido el 12 de septiembre de 1913 en Oakville, Alabama, emergió como uno de los atletas más emblemáticos de la historia del deporte durante las Olimpiadas de Berlín en 1936. En un contexto político y racial marcado por la propaganda nazi que promovía la superioridad de la raza aria, Owens se convirtió en la antítesis viviente de esas teorías al conquistar cuatro medallas de oro en las disciplinas de 100 metros, 200 metros, salto de longitud y relevos 4×100 metros. Su proeza desbarató la narrativa racista de Adolf Hitler y sus seguidores, mostrando al mundo el poder del talento y la determinación más allá del color de la piel.

Antes de llegar a Berlín, Owens ya era una estrella reconocida en Estados Unidos, habiendo batido cinco récords mundiales y igualado otro en apenas 45 minutos durante una competición universitaria en 1935, evento conocido como los «mejores 45 minutos del deporte». Uno de sus récords, el salto de longitud con 8,13 metros, permaneció vigente durante 25 años, confirmando su excepcionalidad atlética.

A pesar del triunfo histórico en Alemania, al retornar a su país Owens enfrentó la cruda realidad del racismo institucionalizado. Mientras en Berlín fue recibido con admiración y se le permitió alojarse en los mismos hoteles que sus compañeros blancos, en Estados Unidos fue marginado y discriminado. No recibió invitación oficial de la Casa Blanca, y sus medallas no lograron abrirle puertas en la segregada sociedad estadounidense. El racismo social y político lo relegó a trabajos poco reconocidos y a espectáculos donde incluso competía contra animales o vehículos para ganar algo de dinero.
Con el tiempo, Owens se reinventó y se convirtió en un embajador cultural y deportivo, designado en la década de 1950 por el presidente Dwight Eisenhower como embajador de buena voluntad para el Tercer Mundo. Sin embargo, cuando los movimientos de derechos civiles y el Black Power emergieron en los años 60 y 70, Owens adoptó una postura crítica respecto a algunas expresiones radicales, prefiriendo enfocarse en discursos motivacionales que inspiraran a la juventud afroamericana desde un enfoque de superación personal.
Jesse Owens falleció en 1980 víctima de un cáncer de pulmón, pero dejó un legado imborrable que trasciende las pistas de atletismo. Su vida simboliza la resistencia contra el racismo, la perseverancia y la posibilidad de cambiar el mundo a través del talento y la dignidad. Su historia sigue siendo una fuente de inspiración y reflexión sobre la lucha por la igualdad y la justicia social en el deporte y más allá.
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