Fallece Claudia Cardinale, leyenda del cine italiano e internacional

Claudia Cardinale (1938-2025) se ha apagado a los 87 años en su casa de Nemours, cerca de París. Con ella desaparece una de las últimas leyendas vivas del cine europeo, la compañera de planos inolvidables de Visconti, Fellini, Leone y Edwards. Su trayectoria, que comenzó casi por azar en Túnez y terminó convertida en mito, es la historia de cómo el cine encontró en un rostro, una voz grave y una presencia deslumbrante, la encarnación de toda una época.

Primeros planos: Túnez, 1938-1957

Nació en Túnez, en 1938, en el seno de una familia siciliana. Su primer recuerdo, solía contar, fue la llegada de los soldados americanos durante la Segunda Guerra Mundial. Fue en las calles tunecinas, cuando un joven cineasta francés, René Vautier, la descubrió casi por casualidad a la salida de la escuela. La invitó a rodar un cortometraje, Les Anneaux d’or, premiado en Berlín, y poco después ganó un concurso de belleza sin haberse presentado conscientemente. El premio era un viaje a la Mostra de Venecia, en 1957. Allí, entre fotógrafos y la proyección de Le notti bianche de Visconti, nació la idea de que quizá estaba destinada al cine, aunque todavía lo negara.

Alain Delon y Claudia Cardinale en El Gattopardo (Luchino Visconti, 1963), una de las obras maestras del cine italiano que captura la elegancia y el drama de la Sicilia del siglo XIX.

Escena inicial: Roma y el salto a la pantalla, 1958-1962

Con apenas 20 años rodó su primera película, Rufufú (1958), la comedia coral de Monicelli que revolucionó la comedia italiana. Apenas aparecía unos minutos, pero su magnetismo era inmediato. Ella misma confesaba que apenas entendía el italiano del rodaje, pues aún lo hablaba con dificultad, pero su presencia opacaba cualquier duda. Aquel año dio a luz a su primer hijo en secreto, en una historia personal tan dura como silenciada durante décadas. Siguieron títulos que marcaron la nueva ola italiana: Un maldito embrollo (1959), de Germi; El bello Antonio (1960), junto a Mastroianni; Rocco y sus hermanos (1960), con un solemne Alain Delon bajo la dirección de Visconti; y La chica con la maleta (1961), de Zurlini, obra definitiva del melodrama intimista.

El año irrepetible: 1963

Hay años en que una actriz se funde con la historia del cine, y en el caso de Claudia Cardinale fue 1963. Ese año estrenó tres películas que bastarían por sí solas para consagrar una carrera:

  • En Ocho y medio, Fellini la hizo casi interpretar a sí misma, luminosa, fresca, deseada por la mirada de Mastroianni.
  • En El gatopardo, con Visconti, fue la joven que bailaba el vals final con Lancaster, símbolo elegíaco del fin de una era, a la vez que vivía un romance imposible con Delon.
  • Y en La pantera rosa, de Blake Edwards, sedujo al público internacional en clave cómica y abrió para sí misma las puertas de Hollywood.
    Nunca una actriz había filmado al mismo tiempo con dos polos tan opuestos como Fellini y Visconti, rubia en Roma, morena en Sicilia, y a la vez conquistado la comedia americana. Era el triple salto mortal del cine, y ella lo ejecutó con naturalidad.

Entre Europa y Hollywood: finales de los 60 y 70

Cardinale nunca se dejó atrapar del todo por Estados Unidos. Aunque rodó allí producciones notables —Los profesionales (1966), de Richard Brooks; Hasta que llegó su hora (1968), el wéstern definitivo de Sergio Leone— siempre regresaba a Europa, donde encontraba la libertad artística que le interesaba. Fue compañera de reparto de mitos como John Wayne, Connery, Quinn, Holden u Orson Welles. Jamás se sometió al estrellato masculino de Hollywood, manteniendo intacta su independencia.
En España rodó una de las películas más vistas en televisión durante años, Las petroleras (1971), junto a Brigitte Bardot y José Luis López Vázquez, en ese duelo simbólico de BB contra CC que inmortalizó la prensa popular.

Madurez de mito: 80 hasta los 2000

En los años 80 trabajó con Werner Herzog en Fitzcarraldo (1982), donde compartía plano con Klaus Kinski en el delirio amazónico del director alemán. El tiempo la convirtió en referente, siempre renaciendo en distintas cinematografías, incluso en el cine español, con El artista y la modelo (2012), de Fernando Trueba.

Fuera de cámara: vida privada y resistencia

Su vida personal estuvo marcada por relaciones con cineastas —se casó con el productor Franco Cristaldi y más tarde compartió vida con Pasquale Squitieri—, pero permaneció siempre fiel a su independencia. A lo largo de su carrera rechazó a pretendientes legendarios, de Mastroianni a Delon, de Brando a los rumores risueños sobre Chirac. “La palabra indomable me está bien”, dijo cuando su hija tituló su biografía Claudia Cardinale, la indomable.
Porque lo fue: indomable frente a Hollywood, frente a las etiquetas, frente al destino que un concurso de belleza quiso imponerle. Ella lo convirtió en cine.

Plano final

Claudia Cardinale muere en 2025, a los 87 años, dejando detrás más de 130 películas. Fue la actriz que atravesó medio siglo de cine italiano y europeo, del neorrealismo heredado de Visconti al barroquismo de Fellini, de la épica de Leone al romanticismo de Trueba. Con su partida se apaga una luz irrepetible de la gran pantalla, y solo queda en pie Sophia Loren como última representante de aquella generación dorada.
Pero las imágenes permanecen: el vals en el salón de El gatopardo, la sonrisa en Ocho y medio, el duelo en Hasta que llegó su hora. Claudia Cardinale no se va; vuelve a aparecer cada vez que se apagan las luces y se enciende el proyector.

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