El telescopio espacial Kepler de la NASA ha detectado el sistema planetario más parecido a nuestro sistema solar descubierto hasta la fecha. Situado a 10.000 años luz de la Tierra alrededor de la estrella Kepler-30, está demasiado lejos para pensar en enviar allí algún día una misión interestelar.
Kepler es el nombre de un satélite artificial que orbita alrededor del sol buscando planetas extrasolares, especialmente aquellos de tamaño similar a la Tierra, llevando a cabo lo que se conoce como misión Kepler. Fue lanzado por la NASA desde Cabo Cañaveral en la madrugada del 6 de marzo de 2009, en un cohete modelo Delta II.
Kepler-30 y sus tres planetas tienen dos características que los emparentan con el sistema solar. Una es la propia estrella que tiene el mismo tamaño y la misma masa que el Sol, casi la misma temperatura, y manchas oscuras similares en su superficie. Según publica la revista científica Nature, la importancia del allazgo reside en que los tres planetas orbitan en un mismo plano y que este plano, coincide con el ecuador de la estrella. Esto mismo ocurre en el sistema solar, pero no en los otros sistemas planetarios estudiados hasta la fecha.
«Este resultado es importante porque aporta datos que sustentan la teoría estándar de formación de planetas«, ha declarado a Space.com Roberto Sanchis-Ojeda, científico español del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y primer autor de la investigación.
Otros sistemas planetarios son distintos, con planetas en órbitas independientes de la rotación de la estrella, es probablemente porque las interacciones gravitatorias los expulsaron de sus órbitas originales. Estos sistemas planetarios distintos al nuestro suelen tener en común la presencia de planetas gigantescos, mayores que Júpiter, muy cerca de su estrella. En cambio tanto el sistema solar como los planetas de la estrella Kepler-30 están organizados en un mismo plano y giran coordinados con la rotación de la estrella, es probablemente porque se formaron a partir de una gran nube de gas interestelar que empezó a girar sobre sí misma y se concentró debido a su propia gravedad.
El descubrimiento es importante también porque introduce una nueva técnica para analizar las órbitas de sistemas planetarios extrasolares.