425 años del fin de los Austrias: la muerte de Carlos II y el legado de un imperio en declive

Carlos II de España, último monarca de la dinastía de los Austrias, falleció el 1 de noviembre de 1700, marcando el fin de una era para la Monarquía Hispánica. Su reinado estuvo marcado por su frágil salud, la incapacidad de engendrar un heredero y la intensa pugna política y diplomática por la sucesión entre Austria y Francia. La corte española, envuelta en intrigas palaciegas y supersticiones, reflejaba la debilidad interna de un imperio todavía vasto pero en declive. La elección de Felipe de Anjou como heredero universal buscaba garantizar la unidad de los reinos y preparar la transición hacia los Borbones, aunque no evitó la Guerra de Sucesión Española (1701–1714). Este episodio simboliza la transición de España de un imperio hegemónico a un reino en crisis estructural, evidenciando la interacción entre la política, la sociedad, la economía y la cultura de finales del siglo XVII.

Carlos II de España. Óleo sobre lienzo de Juan Carreño de Miranda. Fundación Lázaro Galdiano, Madrid.
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Un rey enfermo en tiempos de decadencia

Carlos II mostraba desde niño una constitución débil y una salud frágil, agravada por generaciones de endogamia en la familia Habsburgo. En 1682, el embajador veneciano Giovanni Carnero escribía: «Resulta incomprensible cómo subsiste esta monarquía», reflejando la percepción internacional de un imperio debilitado. Aunque España conservaba aún un vasto territorio heredado de generaciones anteriores, la monarquía mostraba signos claros de declive político, económico y social.

Su primera esposa, María Luisa de Orleans, murió sin dejar descendencia, y en 1689 Carlos contrajo segundas nupcias con Mariana de Neoburgo, hija del elector del Palatinado, con la esperanza de engendrar un heredero. Los tratamientos médicos y rituales fueron numerosos, pero inútiles, y la presión sobre la reina consorte para cumplir con su deber dinástico aumentaba cada día.

Mariana de Neoburgo, reina de España, a caballo. Óleo sobre lienzo de Luca Giordano. Museo Nacional del Prado, Madrid
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Intrigas de palacio: las dos Marianas y la sucesión

La corte estaba marcada por tensiones entre Mariana de Austria (la madre del rey) y Mariana de Neoburgo (su esposa). La reina madre buscaba imponer como heredero a su nieto José Fernando, mientras que Mariana de Neoburgo trataba de consolidar su influencia con la esperanza de que un hijo suyo heredara la corona.

Mariana de Austria, reina y regente de España (1649-1677). Retrato de Diego Velázquez (1652).
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Tras la muerte de Mariana de Austria en 1696, Mariana de Neoburgo logró imponerse en la corte. Sin embargo, la diplomacia internacional, particularmente la francesa, comenzó a influir fuertemente en la sucesión. Luis XIV envió a su embajador para formar un “partido francés” en Madrid, que defendía los derechos de Felipe de Anjou, nieto del rey francés, sobre los dominios españoles.

El panorama era complejo: una unión de España con Francia o Austria alteraría el equilibrio europeo, amenazando a Inglaterra y a los Países Bajos. Se intentó un reparto intermedio, designando como heredero al príncipe José Fernando de Baviera, pero su muerte inesperada en 1699 eliminó esta tercera vía.

Superstición, exorcismos y la figura del “Rey Hechizado”

La incapacidad de Carlos II para tener descendencia fue interpretada por la corte como resultado de un hechizo. Se llamó incluso al exorcista fray Mauro de Tenda desde Viena, quien afirmaba que las “flores de lis francesas” habían maldecido al monarca. Tras el rito, hubo una breve mejoría, aunque pronto reaparecieron sus síntomas: vómitos, diarreas y dolores crónicos. Estas historias reflejan tanto la mentalidad supersticiosa de la época como la desesperación de un reino que veía peligrar su continuidad dinástica.

España en 1700: sociedad, economía y cultura

El reino vivía un declive estructural. La sociedad era jerárquica y desigual, con una nobleza y un clero poderosos y una mayoría campesina y urbana con escasos recursos. La población era relativamente baja para el territorio, y la despoblación rural era frecuente.

La economía mostraba signos de agotamiento: la agricultura era ineficiente, las finanzas públicas estaban sobrecargadas y dependían en gran medida de los ingresos de América, insuficientes para sostener la burocracia y los gastos militares. El comercio internacional se encontraba en retroceso, limitado por las restricciones mercantilistas y la competencia europea.

Culturalmente, España mantenía un notable esplendor artístico y literario, pero la ciencia y la innovación estaban rezagadas respecto a otros países europeos. La superstición, la religión y los rituales influían en la vida cotidiana incluso en la corte, reflejando un país atrapado entre grandeza y decadencia.

La decisión final: Francia como heredera de la Monarquía Hispánica

Bajo la presión de su consejo y los acontecimientos internacionales, Carlos II firmó en octubre de 1700 su testamento designando a Felipe de Anjou, hijo del Delfín de Francia, como heredero universal de todos sus reinos y dominios. Esta decisión tenía como objetivo mantener la unidad de la monarquía y evitar la división territorial.

El 1 de noviembre de 1700, tras una larga agonía, Carlos II falleció. Con su muerte se extinguía la rama española de los Austrias y se abría un nuevo capítulo en la historia europea. La decisión de su testamento desencadenó la Guerra de Sucesión Española (1701–1714), un conflicto que enfrentó a varias potencias europeas y reorganizó el mapa político del continente.

Batalla que se dio en los campos de Almansa por las armas de las dos coronas, contra las de los portugueses, ingleses y holandeses, el día 25 de abril de 1707, óleo de Buonaventura Ligli y Philippo Pallotta (topógrafo), 1709, Museo del Prado.
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Consecuencias y legado

El final de los Austrias españoles simbolizó la transición de un imperio que había sido hegemónico a un reino en proceso de reestructuración bajo los Borbones. La sucesión de Felipe de Anjou mantuvo la unidad de los reinos, pero no evitó los conflictos internacionales.

Retrato oficial de Felipe V de España, de Jean Ranc.
Óleo sobre lienzo, 154 × 113 cm, Museo Nacional del Prado (Madrid, España).
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Historiográficamente, Carlos II ha sido visto como un símbolo de decadencia, aunque investigaciones modernas matizan esta visión, destacando que, pese a su frágil salud, logró sostener la unidad territorial del imperio y mantener cierta estabilidad institucional en un contexto extremadamente difícil. Su reinado refleja un momento de crisis estructural y transición, en el que la historia personal de un rey enfermo se entrelaza con la política internacional, la sociedad española y la transformación del continente europeo.

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