Joseph Pulitzer fue un pionero que, a través de esfuerzo y visión, se convirtió en uno de los magnates más influyentes de los medios de comunicación de su época. Aunque su nombre trascendió por su contribución al mundo de la prensa, su legado estuvo marcado también por la controversia. Hoy, su apellido está asociado al premio de periodismo más prestigioso, pero pocos conocen la vida del húngaro que revolucionó la industria.
Joseph Pulitzer nació el 10 de abril de 1847 y emigró a Estados Unidos a los 17 años, sin saber inglés. Soldados norteamericanos lo reclutaron para combatir en la guerra de Secesión, cubriéndole el pasaje. Tras la guerra, Pulitzer trabajó en oficios diversos y, en un momento crítico, se trasladó a Saint Louis, donde sobrevivió como mesero mientras aprendía inglés de manera autodidacta.
Su carrera periodística comenzó tras una estafa: había respondido a un falso anuncio de trabajo para jornaleros y, junto con otros engañados, fue abandonado a 60 kilómetros de Saint Louis. Un periodista del Westiche Post, un periódico en alemán, le pidió que relatara su experiencia en un artículo. Su historia impactó tanto al director que lo contrató. Cuatro años después, Pulitzer se adentró en el estudio del derecho y trabajó como corresponsal para el New York Sun. Con el tiempo, adquirió y refundó el Saint Louis Evening Post como el Post Dispatch, dando inicio a su etapa de liderazgo en la prensa.
En 1887, compró el New York World, que alcanzó renombre por sus artículos sensacionalistas. Gracias a su éxito, lanzó una edición vespertina, The Evening World, en la que innovó al publicar tiras cómicas, incluida El chico amarillo, de Richard F. Outcault.
Rivalidad y auge de la “prensa amarilla”
William Randolph Hearst, su gran rival en la industria, adquirió el New York Journal y compitió con Pulitzer en una intensa carrera por el contenido más impactante. Su rivalidad alcanzó el clímax en 1898, cuando ambos cubrieron el hundimiento del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana, un hecho que avivó la guerra hispano-estadounidense. Pulitzer y Hearst enviaron corresponsales a Cuba, pero, ante la falta de fuentes fiables, llegaron a inventar noticias, dando origen a la llamada “prensa amarilla”.
A pesar de las críticas, Pulitzer dejó un legado positivo. En 1892, ofreció financiar la primera escuela de periodismo del mundo en la Universidad de Columbia, propuesta rechazada por su polémica reputación. Sin embargo, en 1902, Nicholas Murray Butler, nuevo presidente de la Universidad, retomó la iniciativa. Tras la muerte de Pulitzer en 1911, los dos millones de dólares de su legado hicieron posible la Columbia University Graduate School of Journalism, fundada en 1912.